En plena campaña por el gran pacto de Estado sobre violencia machista promovido por la derecha, el PSOE y los medios de comunicación, se publicaba un vídeo sobre “micromachismos”.

En el mismo salían, entre otras, Inés Arrimadas (Ciudadanos), Elena Valenciano (PSOE) o Cristina Cifuentes (PP), denunciando que habían sufrido mucho cuando los medios de comunicación habían hablado de su ropa, o cuando se las había tachado de mandonas o estrictas gobernantas. Este vídeo es un ejemplo más de cómo la clase dominante y sus partidos utilizan un aspecto parcial de lo que es el machismo, para ocultar la auténtica naturaleza de la opresión patriarcal y de clase que sufrimos millones de mujeres trabajadoras.

 Inés Arrimadas, Cristina Cifuentes, o mujeres en posiciones dirigentes del PSOE como la presidenta andaluza Susana Díaz pueden llenarse la boca de declaraciones muy bonitas sobre los derechos de la mujer. Pero con sus políticas de recortes, impulsando la privatización de la enseñanza y la sanidad, dictando medidas para desahuciar a miles de familias humildes, aprobando reformas laborales, retirando recursos a la ayuda a la dependencia o votando leyes represivas… contribuyen activamente a crear las cadenas que nos oprimen.

Ellas se quejan de que hay pocas mujeres en lugares de poder, en consejos de administración de grandes empresas, o en los gobiernos que velan por los intereses de los banqueros. Nosotras, las mujeres de la clase trabajadora, feministas revolucionarias y socialistas tenemos otro concepto de lo que es la liberación de la mujer. Poner fin a nuestra opresión como mujeres y trabajadoras sólo será posible acabando con el sistema capitalista que algunas defienden con tanto ardor y sumisión, porque es la fuente de su estilo de vida y de sus privilegios.

Los recortes matan y asesinan a las mujeres

Los y las dirigentes del PP, de C’s, de la gestora golpista del PSOE, con su gran coalición, son quienes incrementan la brecha salarial entre hombres y mujeres: más de un 30% desde que se aplicó la reforma laboral. Son las mismas y los mismos que recortan 2.000 millones de euros en ayudas a la dependencia entre 2011 y 2015, obligándonos a las mujeres trabajadoras a tener que abandonar nuestros empleos, porque cobramos menos, para poder hacernos cargo de nuestros familiares.

Todas sus políticas en estos años, sus rescates bancarios a costa de la gente, el desempleo de masas que han generado con sus políticas, nos han hecho volver al ámbito del hogar. ¿Acaso no es así como florece el maltrato físico, la violencia machista? Es imposible separar la crisis del capitalismo de toda la matanza de mujeres trabajadoras que estamos sufriendo. Que no nos den lecciones. Si defiendes el sistema capitalista, también alientas el machismo más deplorable y real: el que sufrimos millones de mujeres trabajadoras que no podemos escapar de la miseria y la opresión de clase.

La falta de inversión y de políticas sociales ha hecho aumentar hasta 796 las mujeres asesinadas desde 2008 en el Estado español, aunque en esas cifras no se contemplan a las mujeres muertas por un hombre con el que mantenían una relación sentimental no conocida, o a las mujeres prostitutas que quedan fuera de las estadísticas. En el Estado español una mujer es violada cada 8 horas, ascendiendo a más de 1.200 las violaciones denunciadas durante 2015. El asesinato es la peor de las tragedias de la violencia física, psicológica y sexual que sufrimos y que no se ve, pero sólo es la punta del iceberg de la cadena de opresión que padecemos. Pero lo que la experiencia demuestra es que denunciar estas agresiones machistas nos expone y nos deja completamente desprotegidas ante nuestros agresores, en el entorno profesional y también en el familiar. Los poderes del Estado, las leyes, la policía y el sistema judicial no sirven para frenar esta lacra, es más, muchas veces la alientan directamente.

Por supuesto, el machismo legalizado se manifiesta de muchas maneras. La prostitución es una de las formas más extremas y opresivas. Nuestro cuerpo no es una mercancía para vender, ni para generar beneficios a los empresarios del sector. La lacra de la prostitución y el tráfico de mujeres es ampliamente consentida y amparada por la clase dominante y su Estado, por la policía y por los medios de comunicación. Es absolutamente deplorable que haya sectores que desde un supuesto “feminismo radical” contemplen la normalización de la prostitución, su legalización, como una alternativa aceptable. Es el mismo tipo de razonamiento que exige la legalización del trabajo infantil para “evitar” la esclavitud de los niños en las fábricas y haciendas de los países capitalistas atrasados. La hipocresía y el cinismo que están detrás de estos razonamientos son repugnantes.

Si no queremos vender nuestro cuerpo por dinero, tampoco queremos alquilarlo para procrear. Los vientres de alquiler son la concepción más primaria del papel de la mujer como elemento reproductor. El reciente debate sobre la “maternidad subrogada” es la gota que colma el vaso de los ataques contra las mujeres y la capacidad de decisión sobre nuestro propio cuerpo. Serán las mujeres en verdaderos apuros económicos, marginadas y vejadas socialmente, las que se verán empujadas a alquilar su cuerpo a quien tiene medios para pagarlo. Que quienes restringen la decisión de las jóvenes a abortar y no garantizan un servicio público de interrupción del embarazo digno, nos hablen ahora de la “libertad de las mujeres para alquilar su cuerpo”, muestra el cinismo y la aberración de esta nueva forma de humillarnos. Tanto la prostitución como los vientres de alquiler son negocios muy lucrativos que mueven miles de millones de euros para beneficio de los de siempre. La liberación de la mujer pasa por la liberación total de nuestro propio cuerpo sin tener que usarlo para sobrevivir.

La lucha por la transformación socialista

Las mujeres jóvenes y trabajadoras sabemos de sobra qué es la opresión del capitalismo y del patriarcado porque la sufrimos todos los días, y nos sentimos insultadas cuando las mismas y los mismos que nos oprimen tratan de identificarse con nosotras. Sabemos lo que es que nos recorten brutalmente las ayudas a la dependencia, o las becas de libros y comedor, o tener que pagar un dinero que no tenemos por llevar a nuestras hijas e hijos a escuelas infantiles privadas porque no hay plazas públicas suficientes. Somos nosotras, las mujeres trabajadoras, quienes sufrimos la presión y el miedo a que nuestros jefes nos despidan del trabajo si queremos ser madres o pedir una reducción de jornada. Nosotras sí conocemos el miedo a tomar el autobús cuando salimos de trabajar a las 3 de la mañana haciendo horas extras para intentar llegar a fin de mes. O cuando estamos completamente abandonadas, desprotegidas y expuestas por las mismas instituciones desde las que se lanzan hipócritas campañas de concienciación o se graban vídeos y se guardan minutos de silencio cada vez que una de nosotras es asesinada.

A lo largo y ancho de todo el mundo las mujeres trabajadoras hemos tomado en nuestras manos la lucha por nuestra liberación y la de nuestra clase. La Marcha de las Mujeres contra Donald Trump, el movimiento Ni Una Menos en Argentina y Latinoamérica contra los asesinatos a las mujeres, o la huelga de mujeres en Polonia contra la prohibición del aborto, son sólo los últimos ejemplos.

Del mismo modo que no existirá justicia social mientras no exista justicia económica, no podremos hablar de igualdad social y política mientras no exista igualdad económica. Basta ya de demagogia por parte de los hombres y mujeres que defienden el sistema capitalista que nos oprime y explota. Si queremos acabar con el patriarcado y el machismo sólo hay un camino: luchar por la transformación socialista de la sociedad.

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