Sobre las bonitas palabras de las feministas del PSOE y la realidad de su política cuando gobiernan

El debate sobre la abolición o regulación de la prostitución ha vuelto al Congreso de los Diputados. El martes 7 de junio, el PSOE presentó una proposición de ley para modificar el Código Penal y “prohibir el proxenetismo en todas sus formas, perseguir penalmente a los prostituidores y proteger a las víctimas”. Esta reforma ha sido aprobada con 232 votos a favor, 38 en contra y 69 abstenciones.

No es ningún secreto que la prostitución es una de las grandes polémicas dentro del movimiento feminista y estos últimos años se ha polarizado con más fuerza. Por un lado hemos escuchado a muchas diputadas, profesoras universitarias, escritoras o periodistas presentar la prostitución como un trabajo como cualquier otro, tratando de legitimar esta forma extrema de esclavitud sexual de la mujer bajo una supuesta “libertad de elección”. 

Por otro, un sector del feminismo institucionalizado –con el PSOE y Carmen Calvo a la cabeza– ha levantando la bandera de conveniencia de la abolición de la prostitución mientras lanzan una campaña tránsfoba que en nada les diferencia de las posiciones de Vox o Hazte Oír, y después de años de Gobiernos del PSOE que han consentido y facilitado la consolidación de redes proxenetas que han hecho del Estado español el país con más prostíbulos de Europa. 

Pero en el movimiento feminista existe también un amplio sector de mujeres y jóvenes que defendemos una posición de clase y  revolucionaria, que abogamos decididamente por la abolición la prostitución, el negocio de la pornografía y  los vientres de alquiler, y los derechos de la comunidad trans. En esta barricada nos situamos Libres y Combativas. 

Es absolutamente imposible defender un feminismo consecuente y no denunciar este fabuloso negocio a costa de la venta de nuestros cuerpos, y del que se benefician la mal llamada industria del sexo y la banca, y que cuenta con la protección del aparato del Estado. 

Por eso, ahora que este debate vuelve a tomar fuerza, hay que preguntarse si la reforma propuesta por el PSOE terminará de verdad con el poder de los proxenetas y los traficantes de personas o se quedará, como lamentablemente estamos acostumbradas, en papel mojado.

El abolicionismo hipócrita del Partido Socialista

La ONU y la Unión Europea estiman que el 80% de las víctimas de trata detectadas en Europa son mujeres y niñas, y de ellas, el 95% son víctimas de explotación sexual. Según cifras oficiales, las víctimas en el Estado español ascienden a 45.000 y existen 1.500 clubs de alterne permitidos. No obstante, es imposible saber, ni de forma aproximada, cuántos pisos dedicados a la prostitución existen y el número real de las mujeres atrapados en ellos.

Aunque formalmente la prostitución está prohibida, España es el tercer país del mundo que más turistas puteros recibe: casi 84 millones, tan solo por detrás de Tailandia y Puerto Rico. Al mismo tiempo, las estadísticas del Ministerio del Interior indican que un 40% de los españoles reconoce pagar o haber pagado en alguna ocasión por tener relaciones sexuales.

Adriana Lastra, la vicesecretaria general del PSOE y la encargada de defender la normativa en el Congreso, planteó desde la tribuna que “se acabó el tiempo de las excusas y ha llegado el momento de las decisiones”. Pero, seamos claros. El PSOE ha gobernado durante más de 20 años y no ha hecho nada por combatir las raíces de la prostitución. Al contrario, bajo los distintos mandatos socialistas esta práctica ha crecido brutalmente, el negocio de los proxenetas se ha multiplicado y la persecución de las víctimas ha sido la norma. Entonces, ¿de qué “excusas y decisiones” nos habla Lastra?

El Partido Socialista ha impuesto políticas de despidos y recortes sociales, ha mantenido los salarios de la mujer trabajadora muy por debajo del nivel de sus compañeros varones para mayor beneficio de la patronal, ha metido tijeretazo tras tijeretazo a la ayuda a la dependencia, se ha humillado ante el poder de la Iglesia Católica que no deja de diseminar su mensaje machista y homofobo, ha rechazado incluir una asignatura de educación sexual inclusiva en el sistema educativo, se ha negado a derogar la Ley de Extranjería, y ha protegido la a la judicatura reaccionaria y sus sentencias patriarcales… 

En estos años, el PSOE se ha opuesto a investigar en distintos Parlamentos autonómicos los casos de prostitución de menores como en Mallorca o Madrid y conocen perfectamente lo que ocurre dentro del sistema de tutela de menores pero no mueven ni un solo dedo para evitarlo. 

Por supuesto que queremos que las leyes reconozcan el carácter inhumano y patriarcal de la esclavitud sexual, y se propongan acabar con el negocio de la prostitución, pero la posición del PSOE apesta a hipocresía y oportunismo. ¿Qué medidas reales tomará el Gobierno para que esta reforma suponga algún cambio? ¿Endurecerá las penas a los proxenetas y expropiará todos sus bienes y fortunas para dedicarlos a la ayuda social de las víctimas? ¿Eliminarán las ordenanzas que criminalizan y marginan a las prostitutas? ¿Pondrán en marcha planes de ayuda, vivienda, empleo y apoyo psicológico para que las mujeres prostituidas, en su mayoría pobres, puedan rehacer sus vidas en condiciones dignas? ¿Nacionalizará todos los bancos implicados en el blanqueo de capitales provenientes de la prostitución? 

La respuesta está clara. No, no lo hará. Todo esto no hace más que evidenciar que tener una posición formalmente abolicionista al tiempo que se es un pilar sólido del sistema capitalista es una completa hipocresía.

Divisiones dentro de UP

El martes, el grupo parlamentario de Unidas Podemos rompió la unidad de voto por la división interna que ha estallado por este debate. Mientras las y los diputados de Podemos e IU votaron a favor de la propuesta, los siete integrantes de En Comú Podem se posicionaron en contra.

No es la primera vez que la formación catalana defiende abiertamente posiciones pro-regulación. Ada Colau y su equipo en el Ajuntament de Barcelona tienen claros vínculos con el sindicato de proxenetas OTRAS y han subvencionado con más de 11.000 euros a entidades como Aprosex (Asociación de Profesionales del Sexo). Los comuns nos dicen que hay que terminar con “una visión patologizante de lo que es ser puta” y que “negar sus derechos sindicales es ir en contra de la propia Constitución”. Pero, ¿desde cuándo arrojar a miles de mujeres pobres a las garras de traficantes y puteros tiene algo de progresista? ¿Desde cuándo defender los derechos las prostitutas pasa por legalizar la situación de violencia en la que se encuentran? 

El ejemplo de Alemania es clarificador. En el año 2002 se legalizó la prostitución y, sólo dos años más tarde, los casos de agresiones sexuales hacia las prostitutas habían aumentado hasta alcanzar un 92% y el 90% de ellas están en situación de pobreza.

No queremos ser un poco menos esclavas ni racionar la pobreza, el hambre y la violencia. Queremos terminar con todas las lacras que nos oprimen. Reproducir el mismo mensaje patriarcal y machista contra el que millones nos hemos levantado estos últimos años sólo favorece a nuestros enemigos de clase.

Nuestros cuerpos ni se compran ni se venden

La prostitución es una enfermedad capitalista. Mientras haya millones de mujeres tan desposeídas de derechos que se vean empujadas a venderse, mientras haya gente con tanto poder para ponerlas en circulación como si de una mercancía se tratase, seguirá existiendo esta lacra. La única forma de acabar con esta forma de esclavitud podrida y acabar con la situación de vulnerabilidad de las víctimas, es asegurando que todas ellas tengan independencia económica para no depender de nada ni nadie. Es ser implacable ante aquellos que hacen negocio del tráfico de seres humanos y sus cómplices en los aparatos policiales, juzgados, Gobiernos e instituciones.

El abolicionismo no es una demanda idealista, es luchar consecuentemente por la libertad de las mujeres. Pero esto está vinculado a una confrontación directa con el sistema capitalista, porque mientras exista el capitalismo seguirá existiendo la barbarie. El verdadero idealismo es tratar de reformar el sistema, humanizarlo o tratar de hacerlo más feminista y social.

La justicia que meceremos sólo la conseguiremos organizándonos con un programa revolucionario, y luchando por una sociedad socialista sin opresión de clase, de género, de raza o nacional. Desde Libres y Combativas estamos determinadas en esta lucha.

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