La violencia sexual y el más vomitivo machismo protagonizados por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, durante la final del mundial de fútbol femenino han dado la vuelta al mundo despertando la indignación de millones de personas. Pero el asombro y la perplejidad continúan ante el hecho de que el Gobierno del PSOE no lo haya destituido fulminantemente. ¿Cómo puede Pedro Sánchez consentir que este comportamiento quede impune y luego alardear de feminismo?

En una perfecta representación de la agresividad machirula que miles de mujeres sufrimos cada día en nuestros centros de trabajo y estudio, cuando salimos a divertirnos, o en nuestro propio hogar, Rubiales se consideró con todo el derecho del mundo a coger por la cara a Jenni Hermoso, una de las jugadoras que acababan de proclamarse campeonas del mundo, y plantarle un beso en todos los morros. No contento con eso celebró su hazaña con las típicas risas y chulería que caracterizan a estos elementos, y luego insultó brutalmente en la radio de la Conferencia Episcopal a quienes cuestionaron este comportamiento baboso propio de un fascista.

Un machista corrupto que goza de impunidad desde hace años

Incluso cuando la jugadora manifestó a sus compañeras y por redes sociales que no le había gustado lo ocurrido, Rubiales se quedó tan ancho. Posteriormente, el “máximo representante del fútbol español” (como le gusta calificarse) respondió a las protestas de decenas de miles de personas que habían asistido perplejas e indignadas a la retransmisión pública de su acto de violencia sexual.

Mujeres conocidas del mundo del deporte, como la atleta Ana Peleteiro, o ministras como Irene Montero o Yolanda Díaz han recibido las descalificaciones de este impresentable que se cree intocable: “gilipolleces” propias de “tontos del culo” y “pringaos”, respondió Rubiales como si estuviera en el bar con sus amigos de manada. La misma conducta que vemos repetirse una y otra vez en los agresores sexuales: creerse con derecho a hacer lo que les sale de sus santos genitales, especialmente cuando gozan de posiciones de autoridad que les hacen sentirse por encima del bien y del mal.

Solo al día siguiente de lo ocurrido, cuando este machista corrupto comprendió la magnitud del escándalo (o se la hicieron comprender algunos amiguetes y asesores y sus superiores en las estructuras del deporte español), y viendo peligrar sus ingresos directos por salario y vivienda de más de 700.000 euros anuales, sin contar prebendas y negocietes vinculados, reconoció a regañadientes y con la condescendencia típica de quien se cree tocado por la vara de Dios que “parecía que no le quedaba otra que pedir perdón”. Eso sí, en un vídeo antológico por lo ruin e infame de su verborrea machista, que no ocultó en ningún momento, se dio el lujo de afirmar que no había habido "mala fé por ninguna de las partes". Qué cachondo. Un poco más de tiempo y acaba el vídeo acusando a la jugadora de provocacion o insinuación lasciva.

Y es que uno de los aspectos más bochornosos de este escándalo es la total impunidad de la que goza Rubiales desde su elección como presidente de la RFEF el 17 de mayo de 2018 pese a verse salpicado por diferentes denuncias relacionadas con sus actitudes machistas y sexistas y su manejo como un coto privado de la federación, entidad privada considerada de utilidad pública que recibe millones de euros de organismos como el Consejo Superior de Deportes (CSD), dependiente del Ministerio de Cultura y Deportes, y que debe estar sometida a su control.

Recordemos solo algunos de los principales escándalos. En 2022 el propio tío de Rubiales (al que éste había “colocado” como jefe de gabinete de la presidencia de la RFEF) denunciaba ante la Fiscalía Anticorrupción la utilización de dinero de la federación por parte del presidente de la RFEF para financiar “orgías con chicas” en su chalet de Salobreña en las que participaba su círculo de “colaboradores más allegados”. Otro grave señalamiento se produjo cuando Rubiales decidió celebrar las sucesivas ediciones de la Supercopa de España entre 2019 y 2029 en un país conocido por su brutal opresión de las mujeres y la comunidad LGTBI y sometido a una dictadura objeto de constantes denuncias por violaciones de los derechos humanos como Arabia Saudí.

El malestar de Qatar, régimen dictatorial conocido también por su brutal discriminación sexista y violaciones de derechos humanos, rival regional de Arabia Saudí y la primera opción que había negociado Rubiales, así como de distintos empresarios implicados, sacaron a la luz pública unas grabaciones en las que Rubiales y el futbolista y empresario Gerard Piqué hablaban sin ningún tapujo de las comisiones de 24 millones de euros que finalmente sirvieron para mover la Supercopa de un régimen reaccionario del Golfo Pérsico a otro.

Ante el escándalo causado por las grabaciones, el CSD y el Ministerio de Cultura y Deportes abrieron una investigación y llevaron ya en ese momento la posible destitución de Rubiales al Tribunal Administrativo del Deporte (TAD). Pero finalmente tanto el escándalo de las orgías como el de las comisiones saudíes fueron convenientemente tapados. Alucinante.

Los 240 millones de euros que puso sobre la mesa el régimen saudí y las oportunidades de negocio que ofrecía la Supercopa a Florentino Pérez y otros muchos empresarios españoles, fueron determinantes para que la prensa española (deportiva y no deportiva) relegase de sus titulares las denuncias del movimiento feminista contra el régimen saudí y las exigencias de celebrar la Supercopa en otro lugar. Las presiones de los capitalistas llevaron al gobierno de Pedro Sánchez a correr un tupido velo y la vieja relación de compinches entre el régimen asesino de la familia real saudí y los Borbones hizo el resto.

A todo lo anterior se une el desprecio insultante mostrado por Rubiales ante la denuncia formulada por 15 jugadoras de la selección sobre los problemas de salud mental que les estaba ocasionando el trato inadecuado del seleccionador Jorge Vilda y la propia Federación. Aunque finalmente 4 de ellas decidieron participar en este mundial y ahora se intente utilizar la victoria conseguida para tapar esa denuncia, 11 jugadoras que habían sido seleccionadas se negaron a ir al mundial en protesta.

¡Cese fulminante de Rubiales, ya!

Esas denuncias y las conductas de típico macho español de Rubiales vistas estos últimos días: agredir sexualmente y despreciar a las jugadoras, tocarse los genitales en el palco de autoridades para celebrar el gol de España en la final o responder con otra sonora tocada de genitales dialéctica a las críticas recibidas, deberían ser motivos más que suficientes para que el Ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, y el propio Pedro Sánchez planteasen su cese fulminante. Pero hasta ahora, Iceta se ha limitado a pedirle que se disculpe. ¡Algo totalmente inaceptable y escandaloso!

La realidad es que Rubiales presume en público desde hace años de su “amistad con Sánchez”, que utilizó de forma propagandística para ser reelegido en 2020 sin que hasta el momento el presidente del gobierno y secretario general del PSOE se haya desmarcado. La razón de esta impunidad es que el terreno deportivo, como en todos los demás, la política gubernamental (primero del PSOE en solitario y durante los últimos cuatro años del gobierno de coalición) ha sido renunciar a cualquier política de izquierdas y mantener el estatus quo, cediendo a la presión de la derecha y los grandes empresarios que controlan la mafia del deporte profesional y ahora han visto en el fútbol femenino un nuevo filón para llenarse los bolsillos.

En el mundo absolutamente corrompido del negocio futbolístico español hay una lucha a muerte por el reparto del botín de ingresos televisivos e inversiones especulativas entre las mafias agrupadas con Rubiales y las que apoyan al presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas, ligado a Vox y sectores del PP. Para competir con Tebas, Rubiales se ha apoyado en los vínculos que a través de su padre, militante del PSOE y procesado en el escándalo de los ERE de Andalucía, tiene con sectores del aparato socialista y empresarios próximos.

La fusión entre mafias del fútbol (y en general del negocio deportivo), capitalismo y machismo es total. La poderosa movilización en las calles del movimiento feminista ha tenido tal impacto y apoyo que algunos escándalos más difíciles de tapar, como las condenas a diferentes futbolistas por violaciones, han obligado a las autoridades deportivas a emitir declaraciones condenatorias en algunos casos (con la boca pequeña) y a algunos clubes a rescindir sus contratos. Pero ha sido la excepción, a regañadientes y casi siempre con truco.

Un ejemplo especialmente escandaloso fue el del entrenador del Rayo Vallecano femenino animando a su equipo técnico a llevar a cabo una violación grupal. La presión de de hinchas antifascistas como los Bukaneros y la Federación de Peñas del Rayo hizo que la directiva, tras resistirse durante meses, anunciase el cambio de entrenador. Pero en cuanto consideraron que ya estaban fuera del foco mediatico, volvieron a contratarle.

La lucha por erradicar el machismo del fútbol y acabar con la impunidad de elementos como Rubiales y todos los demás mafiosos y reaccionarios solo puede venir de la lucha y la movilización y, como en los demás aspectos, esto pasa por enfrentar esa alianza criminal que representan el capitalismo y el sistema patriarcal.

No podemos llevarnos a engaño. La promoción que se está haciendo del fútbol femenino por parte de la industria deportiva, los fondos de inversión, los grandes capitalistas y sus medios de comunicación no tiene nada que ver con la liberación de la mujer ni con la defensa de nuestros derechos. Son sus beneficios lo qué propomocionan, y Rubiales lo ha dejado muy claro tocándose los cojones y agrediendo sexualmente a una jugadora.

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