Mucha rabia. Eso es lo que hemos sentido las últimas horas quienes hemos seguido las novedades del caso de Juana Rivas. Hace pocas semanas conocíamos el relato de Gabriel, el hijo mayor de Juana Rivas, que confirmaba lo que ya sabíamos: Francesco Arcuri es un maltratador. Tal es así que en el momento que Gabriel ha cumplido 18 años ha huido de su casa y le ha denunciado.

Pero Daniel, el hijo menor de 10 años, todavía convivía con su padre. El pasado 22 de diciembre llegó a Granada para pasar las vacaciones con su madre. Al día siguiente Juana y Gabriel denunciaban a Francesco por coacciones, maltrato y violencia de género. En esta denuncia, se incluyeron los 40 mensajes amenazantes que recibió Juana por parte este impresentable durante esos días.

Es en este momento cuando comienza, una vez más, el calvario judicial para Juana y sus hijos. Primero fueron los juzgados italianos los que negaron cualquier medida de protección para el pequeño Daniel. Los juzgados españoles ni se pronunciaron. Daba igual que el maltrato de Francesco contra Juana y sus hijos fuese probado, que todavía se dedicase a amenazar a su expareja, que la propia policía calificase la situación de Juana de “alto riesgo”, que Daniel estuviese aterrorizado con la idea de volver a Italia con su padre… daba todo igual porque así funciona la justicia patriarcal: impunidad para los maltratadores y escarmiento para las madres protectoras.

El escándalo era mayúsculo. Ningún juzgado español se había molestado en tomarle una simple declaración a Daniel. Hasta ayer, 7 de enero. Después de un largo y tortuoso recorrido judicial, a última hora de la noche una jueza de guardia decidió escuchar por primera vez al pequeño Daniel. Al comprobar lo evidente, acordaba de manera provisional suspender la entrega de Daniel al padre. En su auto, la jueza expone que "el menor expresa que tiene mucho miedo y que no se puede volver".

La justicia ha tenido que reconocer lo evidente en el último momento. Pero si esto ha ocurrido no ha sido gracias a la diligencia de los jueces y fiscales del Estado español. Ha sido gracias a la presión de miles que asistíamos horrorizadas a este bochorno judicial. Pero sabemos que esta decisión es provisional y que Daniel sigue en peligro.

Durante estos días muchas hemos recordado la rebelión social que protagonizamos la primera vez que conocimos a Juana Rivas. Miles salimos a las calles a decir “Juana está en mi casa”. Hoy, como ayer, nos rebelamos contra la justicia patriarcal y le declaramos la guerra a este sistema capitalista que nos quiere con miedo, sumisas y encerradas. Juana somos todas.

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