El país que vio nacer al movimiento “Ni una menos” y que inspiró a luchar a millones de mujeres en todo el mundo ha sido recientemente el escenario de un duro golpe que pretende desmoralizar a todas aquellas que han llenado las calles poniendo en jaque a la jerarquía de la Iglesia católica y a sus íntimos aliados
: los partidos de la derecha y el reaccionario gobierno de Macri. El resultado de la votación en el senado argentino sobre el aborto libre y gratuito hasta la semana 14 se saldó el pasado 8 de agosto con 38 votos en contra y 31 a favor, provocando la indignación en las calles y aplazando, como mínimo hasta marzo de 2019 el debate sobre una nueva ley.
Como consecuencia de esta votación Argentina, al menos por el momento, continuará con la legislación de 1921 a propósito del derecho a abortar y que sólo contempla legalmente abortos en casos de violación o riesgo de vida para la madre, con penas de 4 años de cárcel en cualquier otro supuesto. Pero como bien señalaban las activistas de la “Marea Verde” (movimiento a favor del aborto libre, seguro y gratuito), la cuestión no es si el aborto será legal o ilegal, sino si será legal o clandestino. Esta es la realidad espeluznante que ha sacado a luz el debate sobre esta ley. Según los propios datos del Ministerio de Salud en el año 2016 fueron 43 mujeres las que murieron por abortos clandestinos y estima en 50.000 los casos de hospitalizaciones anuales derivadas de complicaciones en este tipo de prácticas clandestinas. Tal y como relataba el diario ElPaís a raíz de los resultados de la votación “ La decisión de mantener el aborto como un delito no evita que numerosas mujeres decidan interrumpir embarazos no deseados. Según estimaciones extraoficiales, entre 350.000 y 450.000 mujeres abortan cada año en Argentina. Lo hacen en la clandestinidad, con riesgo para sus vidas, en especial las gestantes con menores recursos, que recurren a médicos no profesionales o métodos peligrosos como sondas, perchas, agujas de tejer y hasta tallos de perejil.” Por otro lado, este resultado en el senado mantiene intacto el gran negocio con el muchas clínicas ilegales e insalubres se lucran a costa de poner en riesgo la vida de mujeres sin recursos.
“Que sobrevivir a un aborto no sea un privilegio de clase”
Las mujeres abortamos en todos los rincones del planeta Tierra, la cuestión es qué tipo de mujeres pueden permitirse viajar a cualquier lugar de Europa o de la propia Latinoamérica (Uruguay, Cuba) donde la legislación les ofrece abortar con garantías sanitarias, y qué mujeres son las que generación tras generación se ven obligadas a acudir a los tétricos y peligrosos servicios clandestinos y remedios caseros. Efectivamente las mujeres de la clase trabajadora, somos las que tenemos que poner en riesgo nuestra salud, nuestra vida y nuestra libertad.
¿Qué sucede cuando la mujer pobre, trabajadora, campesina, estudiante se ve obligada a continuar con su embarazo y dar a luz ante la imposibilidad de abortar legalmente y con seguridad. ¿Qué tipo de vida les espera a esas madres y a esos niños? Y en esta situación, ¿dónde queda la libertad de la mujer trabajadora?
Una lucha que termina en victoria es un ejemplo insoportable para los defensores del sistema
Precisamente, estos argumentos, es decir, el carácter clasista de la Marea Verde argentina unida a la magnitud tan masiva que ha adquirido el movimiento ha sido sin duda un elemento central que ha provocado la reacción virulenta de la burguesía y de la Iglesia Católica. A ninguno de los aliados de este frente reaccionario se le ha pasado por alto la enorme fuerza y el potencial de este movimiento - que ha removido la sociedad argentina de arriba abajo y que ha tenido un enorme impacto internacional -. Tampoco ha sido una jugada dirigida únicamente a golpear al movimiento de las mujeres en argentina sino dirigido a las millones de mujeres que a nivel internacional se han levantado por sus derechos – como está sucediendo en EEUU, Irlanda, Polonia, Chile o el Estado español. Este frente único de la reacción es cada vez más consciente del peligro de un movimiento que cuestiona los pilares del sistema capitalista y que supura machismo y clasismo por todos sus poros: que cuestiona abiertamente la justicia burguesa, instituciones como los parlamentos o senados, que se nutre fundamentalmente de mujeres de familias trabajadoras, que ha contagiado y ganado a la lucha a incontables trabajadores y jóvenes hombres que también se rebelan contra el machismo, y que tiene además un fuerte carácter internacional que hermana las luchas de todos estos países en una sola. Qué ejemplo tan poderoso y tan insoportable para los defensores del sistema. No es casualidad que Brasil, Chile, Polonia o México estén siendo también escenario de movilizaciones y protestas demandando este mismo derecho. ¿Qué tipo de lección ha sacado el movimiento a nivel internacional de la victoria de nuestras compañeras en Irlanda, dónde el sí al derecho aborto arrasó en el referéndum celebrado hace unos meses? Muy sencillo: que luchando sí se puede. Y eso es lo que más temen los gobiernos al servicio del FMI y del Troika, los grandes propietarios, los banqueros, la jerarquía de la Iglesia. Quieren hacer añicos ese ejemplo, desactivar la lucha, a toda costa.
La Iglesia Católica se vuelca para evitar la despenalización del aborto
Así es como se entiende que a nivel legislativo hayamos sufrido una derrota parcial, pero el movimiento está muy lejos de haber sido vencido y que ha experimentado un vigor hasta hoy desconocido. Un síntoma claro de la voluntad de continuar la lucha la estamos viendo en torno a la campaña de rechazo a la Iglesia católica, que ha jugado un papel crucial en el sentido más reaccionario posible para garantizar que la ley no saliera adelante.
Y es que en Argentina la Iglesia católica tiene una enorme influencia social, económica y política que han utilizado para evitar una victoria del movimiento. No sólo hoy sino históricamente ha demostrado su carácter profundamente reaccionario. ¿Dónde estaba la Iglesia católica argentina cuando la dictadura secuestraba, violaba, torturaba y asesinaba a mujeres embarazadas, dónde estaban los derechos pro vida? Al fin y al cabo ¿qué es la mujer para la Iglesia “carcatólica”, sino la costilla de Adán? ¿Desde cuándo las costillas tienen derechos y libertades?
La campaña mediática y el poder económico de la iglesia sobre los medios de comunicación, las machaconas homilías semanales contra el aborto, las declaraciones del propio Papa Francisco – también argentino – afirmando que el aborto “es lo mismo que hacían los nazis pero con guantes blancos”, la organización de la ola celeste (antiabortista) que lanzó una campaña confusa pero útil a sus propósitos llamada “Latinoamérica por las dos vidas”, en la que participan 15 naciones de su entorno… todas estas medidas sin embargo no han logrado evitar que el debate social sobre la legalización del aborto y los derechos inalienables de la mujer sea actualmente un punto central de la agenda política del país. Precisamente como respuesta de indignación ante el nefasto papel que la Iglesia católica ha jugado algunos colectivos están organizando iniciativas para renunciar a la Iglesia católica y que han provocado colas de miles de personas que se quieren suscribir.
Instituciones al servicio del sistema ¡La lucha en las calles es el camino!
Han sido muchos los intentos por hacernos creer que los parlamentos, senados o juzgados son la única vía para cambiar la situación de opresión que vivimos la inmensa mayoría de las mujeres. Pero la Marea Verde argentina ha demostrado también que la experiencia no pasa en balde y que cada vez es más poderosa la idea de que no lograremos ninguno de esos cambios sino es nutriéndola y basándola fundamentalmente en la lucha masiva en las calles. Así lo demostraron en las protestas multitudinarias que durante horas acompañaron la votación en el parlamento argentino del proyecto de ley por la despenalización del aborto y así volvió a ocurrir con el debate que tuvo lugar en el senado. Cientos de miles de personas desbordaron las calles, desafiando la fatiga y la lluvia durante las 16 horas que ocupó el debate en la cámara alta, en una clara advertencia a diputados y senadores: somos mayoría, somos fuertes, y no nos iremos a casa hasta que nuestros derechos sean reconocidos y respetados. No sólo eso. Manifestaciones y concentraciones de solidaridad en apoyo a nuestras hermanas de lucha en Argentina se desarrollaron por toda América Latina y Europa. En Buenos Aires pero también en Brasil, en México, en Austria o en el Estado español, todas éramos conscientes de que no podíamos dejar nuestro futuro únicamente en manos de un senado que no nos representa. Y menos aún en manos de un senado constituido sobre bases completamente antidemocráticas como el argentino, en el que cada provincia cuenta con tres senadores (independientemente del número de habitantes, así se da el caso de que las zonas más atrasadas, más rurales, más desérticas, donde la tradición católica tiene enorme predominio, tenga los mismos senadores que Buenos Aires, donde habita un tercio de los argentinos) para un mandato de 6 años con posibilidad de reelección indefinida. Un senado en el que se escucharon auténticas barbaridades como la de un pediatra que afirmó que “el preservativo no sirve para evitar la propagación del SIDA” o las de un senador que afirmó "La violación también está clara su formulación, pero habría que ver. Hay algunos casos donde la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, a veces la violación es un acto no voluntario".
“Si no hay aborto legal, qué quilombo se va a armar”
No cabe duda de que la derrota en el senado ha sido un duro golpe para el movimiento y ha dejado boquiabiertas a muchas personas en todo el mundo que daban por supuesta la victoria. Pero también es cierto que la mecha que se ha encendido en todo el mundo y de una forma especialmente poderosa en Argentina con respecto a la lucha por los derechos de la mujer está lejos de haber sido derrotada. A pesar de todos los intentos, los defensores del sistema no han podido evitar que el movimiento feminista convocara millones de argentinos, no han podido impedir que en todos los rincones del mundo, las mujeres nos pusiéramos el pañuelo verde al cuello para solidarizarnos con nuestras hermanas argentinas. En definitiva no han conseguido robar el protagonismo al “movimiento verde” que una vez destapado, ya no va a volver atrás, un movimiento que va a seguir avanzando en su lucha por los derechos de la mujer, una ola que ha reunido a más de 500 organizaciones entre las que se encuentra incluso Amnistía Internacional Argentina.
Si algo ha quedado claro es que no podemos confiar más que en nuestras propias fuerzas y hemos demostrado que nuestras fuerzas, las de trabajadoras, jóvenes y trabajadores que han salido en cientos de miles a las calles ¡son enormes! La lucha va a continuar y necesitamos estar organizadas para construir un movimiento aún más poderoso y fuerte que vuelva a tomar las calles para hacer de nuestras demandas una realidad. ¡Que sea Ley!