Un poderoso movimiento está sacudiendo la escena política internacional. Millones de mujeres en todo el mundo nos hemos levantado en defensa de nuestros cuerpos, nuestros derechos y nuestras vidas, señalando la terrible opresión que el sistema capitalista ejerce contra la mayoría de nosotras.

La crisis económica ha desenmascarado lo que verdaderamente significa el capitalismo para las mujeres trabajadoras: menor salario por el mismo trabajo, condiciones laborales semiesclavas, pensiones más bajas, dependencia económica o acoso sexual.

Por ello, las mujeres trabajadoras han ondeado en las fábricas, empresas y puestos de trabajo la bandera contra el machismo y la opresión sexista, uniéndola a la lucha contra la precariedad y la austeridad y poniéndose a la cabeza de masivas huelgas y movilizaciones.

A finales del mes de octubre, el New York Times publicaba que el magnate tecnológico Google había permitido que altos cargos directivos acusados de abuso ­sexual contra trabajadoras abandonaran la empresa a cambio de generosas y millonarias indemnizaciones.

La huelga de Google: un grito mundial contra el acoso sexual

La respuesta de las trabajadoras y los trabajadores fue inmediata: el 1 de noviembre 20.000 empleados de más de 50 oficinas en todo el mundo (desde Singapur a San Francisco, pasando por Dublín o Sídney) protagonizaban masivas protestas en contra del acoso sexual, por el fin de la brecha de género y racial y por la igualdad salarial.

Frente a los intentos de la empresa de dividir las reivindicaciones de las trabajadoras en líneas de género, las mujeres hicieron un llamamiento a la solidaridad a sus compañeros hombres, que representan el 69% de los empleados del sector. Y este ha sido precisamente, junto con la valentía de las compañeras, uno de los puntos clave del éxito del Google walkout: mujeres y hombres, oprimidas y oprimidos, en una lucha sin cuartel contra el machismo, parando su actividad y sumándose a las protestas contra aquellos que obtienen jugosos beneficios a base de explotar a la mayoría.

Estas protestas, que toman lo mejor del movimiento #MeToo que ha sacudido la conciencia de millones de personas, han demostrado que el camino para acabar con el acoso y la precariedad es la unión de las trabajadoras y los trabajadores y la organización en los centros de trabajo. En esa dirección precisamente, y con demandas muy concretas, apuntan las miles de personas que están protagonizando esta batalla: creación inmediata de comités de trabajadoras que sean los que se encarguen de tomar medidas contra los machistas, acciones planificadas para proteger a las empleadas y recursos reales para lograr unos puestos de trabajos libres de sexismo y explotación.

Las trabajadoras de McDonald’s: “No estamos en el menú”

Las trabajadoras de la cadena de comida rápida más grande del mundo fueron a la huelga el pasado mes de septiembre en más de diez ciudades de Estados Unidos en protesta por el acoso sexual que sufren en los restaurantes McDonald’s.

Los comités que organizaron el día de lucha, formados mayoritariamente por mujeres latinas que sufren una doble explotación en sus puestos de trabajo, han levantado la voz en defensa de unos puestos de trabajo seguros en uno de los sectores donde las condiciones laborales son más precarias y el 90% de las mujeres han sufrido algún tipo de acoso sexual.

Como han señalado las compañeras, y los muchos compañeros que se han sumado a las protestas en las puertas de los restaurantes, la terrible lacra machista que viven día a día, forma parte del ambiente generalizado de falta de respeto, explotación y ninguneo a los trabajadores y tiene su base en la enorme precariedad que sufren, colocándolas en una posición de enorme vulnerabilidad ante estas situaciones. La gran multinacional no sólo permite que horribles episodios machistas sigan sucediéndose sino que también prohíbe a los empleados sindicarse y se ha opuesto tajantemente a la subida del salario a 15 dólares la hora.

Las mujeres en Glasgow han hecho historia

8.500 trabajadoras del sector público en Glasgow protagonizaban los días 23 y 24 de octubre la mayor huelga por la igualdad salarial de la historia de Escocia. Después de doce años soportando recortes en los derechos laborales y bajos salarios, las mujeres han dicho basta.

La manifestación de 10.000 personas que recorrió las calles de la ciudad escocesa fue la culminación de una jornada que se iniciaba con acciones informativas, reparto de octavillas y protestas multitudinarias. La solidaridad que ha despertado las reivindicaciones de las huelguistas, no sólo por parte de los trabajadores —que se negaron a cruzar la línea de los piquetes, secundando también esta huelga— sino también entre la sociedad, demuestran el poder que tienen las trabajadoras organizadas cuando se utilizan los métodos de lucha de nuestra clase.

Las mujeres pobres, las jóvenes y trabajadoras, en todo el planeta, están demostrado el enorme potencial que existe para acabar con el abuso machista y la explotación capitalista que sufrimos en nuestros puestos de trabajo y en nuestra vida.

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