Después de la derrota estrepitosa del bloque reaccionario de PP, Cs y Vox en las elecciones generales del pasado 28A, este 26 de mayo se celebrarán elecciones autonómicas y municipales. Que millones de trabajadores y trabajadoras, jóvenes, pensionistas cerremos el paso a la derecha y a la extrema derecha con el voto es un primer objetivo ineludible y desde Libres y Combativas llamamos a llenar las urnas en defensa de un programa de izquierdas. Pero también hay que sacar las lecciones de los ayuntamientos “del cambio”, y las expectativas frustradas en la legislatura que ahora termina.
El estallido del movimiento 15-M, la batalla contra los desahucios liderada por la PAH, las huelgas generales, luchas obreras ejemplares como la de la limpieza viaria de Madrid, Coca-Cola o las subcontratas de Telefónica; la marea verde educativa, la marea blanca de la sanidad, la Marcha de la Dignidad que reunió un millón de personas en Madrid, o el levantamiento del barrio de Gamonal, todo ello se expresó con fuerza en las elecciones de 2015.
El triunfo de Podemos y las candidaturas vinculadas a la lucha y a los movimientos sociales en Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña, Cádiz, Valencia y cientos de localidades más, concretaba las aspiraciones de un cambio profundo en nuestras condiciones de vida, en la situación de nuestros barrios y ciudades. Un cambio para lograr el acceso a viviendas públicas y asequibles para todas y todos, remunicipalizar los servicios sociales privatizados, construir escuelas infantiles y establecer una red de transporte público digno y barato, defendiendo el empleo de calidad y con buenos salarios.
¿Cuál es el balance de los Ayuntamientos del Cambio?
Sin embargo, la mayoría de las promesas y compromisos anunciados por las candidaturas del cambio fueron abandonados rápidamente. El ejemplo de Madrid es muy significativo. Manuela Carmena, en lugar de desafiar la “regla del gasto” de la deuda aprobada por Montoro, que impide a las administraciones aumentar el gasto público, optó por cumplir fielmente con las exigencias del Gobierno del PP y de los banqueros, abandonando el programa que le dio la victoria.
Los grandes recursos del ayuntamiento, en lugar de ser invertidos en becas de comedor y libros para las familias trabajadoras, en la creación de decenas de miles de plazas de escuelas infantiles, en la mejora del transporte público y su abaratamiento, en un parque de viviendas sociales para combatir la especulación y los alquileres abusivos, en la limpieza de nuestros barrios, en infraestructuras deportivas y culturales gratuitas, en recuperar los servicios privatizados…, todos esos recursos se destinaron al pago puntual de esa deuda con la gran banca.
Por supuesto, Manuela Carmena apela al cumplimiento de la ley, la misma que protege a violadores, corruptos y franquistas, y afirma que los que no quieran empresas y bancos no deberían gobernar ayuntamientos. Este lenguaje es familiar: es el de la cesión ante los grandes poderes económicos y el de la renuncia a la movilización social.
En la Barcelona de Ada Colau las cosas tampoco han ido mejor. La deuda se sigue pagando puntualmente. A pesar de un tímido aumento del gasto social, el deterioro de los barrios obreros de Barcelona sigue su curso, alimentando la desigualdad y la pobreza.
También hemos visto que el fin de los desahucios y la inversión en vivienda pública han quedado en papel mojado. En Barcelona los desahucios alcanzan hoy cifras similares a las de los peores años de la crisis. Miles de familias no tienen una casa a pesar de que los bancos poseen tres millones de pisos vacíos en todo el estado. Mientras tanto se van a construir 10.500 pisos de lujo en Madrid gracias a la Operación Chamartín, un regalo de Carmena al poder financiero y que se aleja totalmente de la política urbanística con la que Ahora Madrid llegó a la alcaldía. Lamentablemente, tenemos que señalar que esta es la política que allana el camino para que la derecha recupere sus posiciones perdidas en 2015.
Necesitamos romper con la lógica del capitalismo
Si se renuncia a aplicar un programa combativo de confrontación con los banqueros y los capitalistas, es imposible hacer una política en beneficio de los jóvenes y los trabajadores.
La banca y las grandes empresas son las que realmente controlan el poder bajo el sistema capitalista. El régimen del 78, siguiendo los dictados de la austeridad y los recortes, ha legislado para beneficiar al sector financiero y especulador, que han hecho fortunas con la privatización masiva de los servicios sociales. También, con apoyo del PP y el PSOE cuando gobernaban la mayor parte de los ayuntamientos, se bloquearon legalmente las acciones en defensa de las familias trabajadoras.
En estos años, millones de trabajadores y jóvenes hemos luchado tenazmente en las calles con nuestro grito de combate: “Sí se puede”. Sabíamos que los capitalistas opondrían una resistencia encarnizada, así como los medios de comunicación a su servicio y sus representantes políticos. Pero estábamos convencidos de que era posible romper esta resistencia —y seguimos estándolo—, siempre y cuando los ayuntamientos del cambio, aupados por la inmensa movilización y el giro a la izquierda de amplísimas capas de la sociedad, se basaran en esa fuerza, la impulsaran y la organizaran para defender un auténtico programa de transformación social.
Como hemos gritado en todas las manifestaciones que hemos protagonizado durante estos últimos años –en la lucha contra las reválidas, por los derechos de las mujeres y jóvenes trabajadoras, contra el cambio climático, contra los desahucios…- el cambio está en la calle y no en el parlamento. Por supuesto, queremos frenar a la derecha en las urnas, pero para cambiar radicalmente nuestras condiciones de vida. Apostar todo al juego institucional, a los tribunales de justicia y a las leyes del Estado es dar la espalda a los que colocamos a los Ayuntamientos del cambio donde están hoy con nuestra lucha y nuestro voto.
Por eso es fundamental aprender de la experiencia y construir una izquierda combativa que no renuncie a su programa y se base en la fuerza del movimiento. Sólo así conseguiremos un cambio real e impediremos que la derecha vuelva a gobernar.