Sofia Vázquez · Lliures i Combatives Barcelona

El pasado mes de abril miles de trabajadoras y estudiantes polacas, a pesar de todas las dificultades del confinamiento provocado por el COVID-19, protestaron enérgicamente tanto en las calles como en las redes sociales ante un nuevo intento del gobierno ultraderechista de prohibir el aborto en Polonia. El movimiento feminista polaco, que protagonizó un verdadero levantamiento en 2016 consiguiendo derrotar los planes del gobierno y sirvió de ejemplo a millones de oprimidas de todo el mundo, mantiene las armas bien afiladas contra la opresión machista y los ataques de la extrema derecha.

La lucha reciente por el derecho al aborto en Polonia

En la actualidad la legislación polaca es una de las más restrictivas a nivel mundial respecto al aborto, habiendo sólo tres supuestos que lo justifiquen: violación o incesto, muerte o daños irreversibles en la madre y malformación o enfermedad incurable del feto. Ahora, lo que pretende aprobar el gobierno dirigido por la extrema derecha del partido Ley y Justicia (PiS) es la eliminación de este tercer supuesto. Esto en la práctica supone prohibir totalmente el derecho al aborto en Polonia, ya que la irrespirable contaminación del aire del país (1) provoca todo tipo de enfermedades y afecciones fetales; según datos del Ministerio de Salud, en 2018, de los 1.100 abortos que se produjeron en los hospitales del país, 1.050 fueron bajo este supuesto.

La intención del gobierno de prohibir el derecho al aborto no viene de ahora. Ante la proposición de ley que intentó tramitar el gobierno en la primavera de 2016, se organizó de manera espontánea la respuesta. Centenares de miles de mujeres tomaron rápidamente las calles. Se extendieron las protestas y acciones por todo el país y en una de estas últimas se recogieron más de 250.000 firmas para promover un proyecto de ley de iniciativa popular legislativa para permitir el aborto libremente.

En septiembre de ese año, coincidiendo con el día que se presentaba el proyecto de ley del gobierno, se reiniciaban también las protestas, con las conocidas Czarny Protesta, Protestas Negras: reuniendo a miles de personas vestidas de negro en señal de luto por los derechos de las mujeres. Ante el miedo a que retirar el proyecto de ley alimentara las protestas y con el objetivo de dar un castigo ejemplar al movimiento feminista y que éste no se levantara más, no sólo el Parlamento rechazó la liberalización del aborto y pasó a la siguiente fase legislativa la prohibición total, sino que anunció la posibilidad de prohibir la fecundación in vitro y el acceso a contracepción de urgencia.

Pero la respuesta no tardó. En octubre de 2016 vivimos una verdadera explosión social encabezada por las mujeres trabajadoras. Se convocó una huelga de mujeres, el Lunes Negro: 50.000 mujeres en Varsovia, 30.000 en Breslavia, 25.000 en Cracovia y decenas de miles más en todo el país. En Pozan hubo enfrentamientos con la policía y en Kielce los propios manifestantes derrotaron una exposición homófoba. Aún con la cantidad de mujeres que no pudieron participar en las movilizaciones a causa de su precarización laboral, se vivieron en Polonia las protestas más grandes y masivas en defensa al aborto de su historia, incluso superando las de 1993, cuando se aprobó la prohibición actual. Estas movilizaciones crearon una presión insoportable sobre el gobierno, que cedió y postergó la aprobación de la medida reaccionaria.

La lucha de clases se abre paso

Los datos de los efectos de la pandemia en Polonia son a día de hoy de 18.000 infectados y 915 fallecidos y la población está confinada –al igual que en el resto de Europa–. La cuarentena ha agravado dramáticamente la opresión de las mujeres trabajadoras polacas, que sufren tanto la precariedad y los bajos salarios como la presión de las tareas del hogar y el yugo de la jerarquía eclesiástica. Además, ante la ausencia del derecho al aborto muchas mujeres en Polonia para abortar se ven abocadas al uso de las pastillas antiaborto, que son ilegales y en tiempos de confinamiento mucho más complicadas de conseguir. El gobierno pretendía aprovechar esta situación de indefensión para muchas mujeres y asestar un duro golpe al movimiento feminista, pero a pesar de las dificultades miles de oprimidas se han levantado y han dado una respuesta inmediata.

El año pasado centenares de miles de profesores polacos protagonizaron una histórica huelga de tres semanas –la primera huelga docente en 25 años y de las más grandes en décadas– una mejora salarial del 30%. El gobierno del PiS hizo todo lo posible por frenar la huelga (control mediático, utilización de profesorado retirado para los exámenes finales…), pero la realidad es que la huelga consiguió un apoyo mayoritario entre la población y solamente pudo ser frenada por las direcciones sindicales, que desconvocaron la huelga para “darle más tiempo al gobierno para que encontrara una solución”. A pesar de esta postura lamentable de los dirigentes sindicales, la huelga consiguió un aumento del 15% del salario de los profesores y sin duda sacó a la superficie el enorme descontento social acumulado contra el gobierno.

En febrero de 2020 se abrió un conflicto abierto entre la Unión Europea y Polonia. El poder judicial y su supuesta independencia era la justificación de la UE para mirar hacia otro lado viendo el rumbo de extrema derecha que estaba tomando el gobierno. Previamente a la huelga de profesores, se produjeron huelgas de los trabajadores de la aerolínea nacional LOT, de Amazon y de la industria automotriz. El miedo al crecimiento de la conflictividad social ha llevado al gobierno a reforzar sus tintes autoritarios. En este sentido, aprobó recientemente la llamada “Ley Mordaza” con la cual pretende controlar directamente la elección de jueces, incluyendo a 10 de los 15 miembros del Tribunal Constitucional. Además, ha reforzado el férreo control sobre los medios de comunicación. Todas estas medidas –que no muestran la fortaleza del gobierno, sino todo lo contrario- están encaminadas a prepararse para la represión de la lucha social, empezando por el movimiento feminista al que tanto teme.

El movimiento por la despenalización del aborto consigue una nueva victoria

No es casualidad que el gobierno de Polonia haya decidido tramitar este recorte a la ley del aborto justamente ahora. Además, la prohibición del último supuesto para abortar va acompañada de la prohibición de impartir cualquier materia de educación sexual en las escuelas. Este detalle es particularmente importante no sólo para las mujeres, sino para la situación de la comunidad LGTB.

El gobierno de extrema derecha del país no sólo describe la comunidad LGTB como un estorbo, sino que la convierten en un objetivo de ataque. Hace un año aproximadamente el país protagonizó una polémica que tuvo eco en todo el mundo: treinta pueblos de Polonia se declararon “libres de ideología LGTB”, zonas donde toda la población LGTB había sido “eliminada”. La iglesia católica, que tiene un gran peso e influencia en el país no se cansa de denunciar el “adoctrinamiento LGTB y la teoría de género” y tacharlas de amenaza para el Estado. Esto va acompañado de discursos tanto de la iglesia como del gobierno defendiendo la familia tradicional. El gobierno intenta así nuclear a su base social más reaccionaria para enfrentarse a la creciente movilización social de masas.

¿Por qué nos quieren convertir en esclavas de las tareas domésticas? ¿Por qué se empeñan en la prohibición del aborto? La opresión histórica de las mujeres trabajadoras siempre ha llevado de la mano la negación al derecho de cada mujer a controlar su cuerpo. Al fin y al cabo, ésta es la mejor manera de encerrarnos en casa, asegurar que seamos máquinas reproductoras y poder poner sobre nuestras espaldas todo el peso familiar. No es ninguna casualidad. Éste es el rol que quieren que juguemos.

Sin embargo, las mujeres polacas, ante la prohibición de manifestarse en la calle por las restricciones por la crisis sanitaria del Coronavirus, han buscado la manera de hacerlo con protestas en el transporte. Muchas mujeres han colgado carteles desde sus coches y bicicletas, han tocado las bocinas y han bloqueado algunas de las principales rotondas de Varsovia. Además, se ha generado un amplio movimiento de protesta y solidaridad por las redes sociales. ¡Esta enorme presión social ha sido la clave para conseguir, nuevamente, que el gobierno se eche para atrás y no apruebe la prohibición del aborto y de la educación sexual! ¡Otro nuevo ejemplo inspirador de las mujeres trabajadoras polacas! ¡La lucha sí sirve!

Evidentemente el gobierno volverá al ataque. Para que la lucha por el derecho al aborto venza definitivamente y logre este derecho de forma completa, se tiene que vincular con la lucha del conjunto de la clase trabajadora contra la extrema derecha y el gobierno polaco. Defender los derechos reproductivos y la educación sexual también significa defender una sanidad pública de calidad que bloquee a los fanáticos religiosos –algunos médicos se niegan a practicar abortos aun en los supuestos legales por cuestiones religiosas– y significa defender los derechos de la comunidad LGTB, que es perseguida y criminalizada.

La lucha feminista debe hacer suyas las reivindicaciones de contracepción gratuita y universal, educación sexual en la pública en lugar de la religión, guarderías públicas, viviendas accesibles, asegurar que no haya despidos por bajas de maternidad… Y la única manera de conseguir todo esto es levantando la bandera del feminismo revolucionario y anticapitalista, que confronte con la extrema derecha y que pelee por poner fin a las políticas capitalistas que condenan a trabajadoras y trabajadores a la pobreza y a la miseria y asegurar así unas condiciones de vida dignas para todas y todos. 

La emancipación de la mujer trabajadora y la comunidad LGTB pasa por tumbar el capitalismo y apostar por la transformación socialista de la sociedad, en Polonia y en todo el mundo.

(1) La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 50.000 habitantes de Polonia mueren anualmente por el aire que respiran, lo cual representa un 12% de las muertes totales en un año. 33 de las 50 ciudades más contaminantes de Europa son polacas. El número de partículas cancerígenas que respiran las personas a través del aire es 28 veces superior al de hace una década.

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