A continuación publicamos una entrevista de El Militante a nuestra compañera Alicia Mourelle.
Desde hace meses en la Universidad Pública Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, las estudiantes están en lucha para denunciar el comportamiento machista, abusador y racista del catedrático José Luis Sarasola.
Pese a todos los intentos de censura y represión por parte del Rectorado, el 6 de marzo convocadas por Libres y Combativas y el Sindicato de Estudiantes, los y las estudiantes protagonizamos una movilización ejemplar para expresar toda la rabia contra años de acoso y maltrato institucional.
Esta manifestación ha marcado un antes y un después. Para hablar de todo ello, entrevistamos a Alicia Mourelle, estudiante en la UPO y militante de Izquierda Revolucionaria, del Sindicato de Estudiantes y Libres y Combativas, y que fue víctima de un intento de agresión por parte del propio Sarasola cuando pegaba carteles convocando la movilización.
El Militante.- ¿Cómo empezó todo esto?
Alicia Mourelle.- Todo estalló hace ya un par de años. En ese momento, Sarasola era el director de la Flora Tristán, una residencia de estudiantes de la Fundación UPO que funciona como proyecto social en uno de los barrios obreros más machacados de Sevilla. Allí, resumiéndolo mucho y según abundantes testimonios, se destacó por humillar y acosar a las residentes y trabajadoras de la residencia y a hacer comentarios machistas, racistas y clasistas.
La gota que colmó el vaso se produjo cuando trató de expulsar y le retiró la beca a una de las colaboradoras internas de la residencia por denunciar una situación machista en el marco de una actividad contra la violencia de género del 25N. Al poco tiempo, también intentó echar a una estudiante embarazada de ocho meses con la excusa de que “ahora tendría que dejar de estudiar y dedicarse a la maternidad”.
Todas estas barbaridades y muchas más hicieron que las residentes nos organizáramos contra José Luis Sarasola, haciendo asambleas, concentraciones y una caja de resistencia para apoyar a la compañera sancionada. Gracias a todo esto, a la Fundación UPO y al Rectorado no les quedó otra que forzar la dimisión de Sarasola.
Pero esta dimisión, producto de nuestra lucha, fue compensada por la Universidad con una decisión lamentable, que refleja el corporativismo machista que domina las cumbres de la UPO: hace unos meses, la Facultad de Ciencias Sociales celebraba con orgullo su nombramiento como catedrático de Trabajo Social.
Esta decisión provocó un nuevo estallido de indignación y la lucha se extendió por toda la UPO. En cuestión de días recogimos decenas de testimonios de alumnas, profesoras y trabajadoras que habían tenido que sufrir a Sarasola como profesor o como jefe y que tenían mucho que contar. Desde ese momento las estudiantes nos hemos organizado para combatir el machismo y los abusos en las aulas, exigiendo el cese de Sarasola y de todos los que le están protegiendo.
EM.- ¿Cuál ha sido la respuesta del Rectorado?
AM.- Completamente lamentable. Desde el primer día han cerrado filas junto a la mal llamada “Oficina de Igualdad” y con el resto de instituciones universitarias para proteger a Sarasola con uñas y dientes. No solo se han dedicado a censurar las denuncias públicas que han hecho decenas de estudiantes en sus redes sociales, a mandar a la seguridad privada de la UPO a amedrentarnos en cuanto hemos empezado la campaña y a obligar a los trabajadores y trabajadoras del PAS a arrancar sistemáticamente nuestros carteles. También han cerrado todos y cada uno de los expedientes que se han abierto contra Sarasola, silenciando a las víctimas.
Se llenan la boca hablando de igualdad y autoproclamándose la universidad más feminista del estado, pero a la hora de la verdad no tienen ningún problema en encubrir a un abusador siempre y cuando este sea un miembro respetado de su élite universitaria.
El culmen de todo esto fue cuando, a pocos días de la movilización del 6 de marzo, el propio Sarasola intentó agredirme por estar pegando carteles. A pesar de que hay un vídeo en el que esto se ve claro, el Rectorado no tomó ninguna medida. Esta es la impunidad total de la que goza. El rector, Paco Oliva, nos planteó que esto se escapaba de sus manos y que no podía ni iba a hacer absolutamente nada.
¿Por qué el máximo organismo de la UPO se niega a actuar de forma inmediata ante un intento de agresión de un profesor que, además, lleva años siendo señalado como un abusador? ¿Acaso el Rectorado no puede expulsar a un profesor que decenas de estudiantes han denunciado por acoso y que intenta agredir a una compañera? Sí que puede, pero no quiere. El Rectorado ha abandonado por completo a las víctimas y a la UPO no le ha quedado otra que quitarse la careta del “feminismo” y mostrar que en realidad esconde un nido de machistas, racistas y clasistas que campan a sus anchas.
EM.- ¿Cómo valoráis la movilización? ¿Cuáles son los siguientes pasos?
AM.- Fue una gran jornada de lucha en nuestra universidad. Tras semanas dando a conocer el caso y difundiendo la manifestación, con centenares de hoja, carteles, colgando pancartas en el campus y en las facultades, con mesas informativas y asambleas… hemos conseguido movilizar a la comunidad universitaria y sentar un precedente muy importante: si eres un abusador o un machista no tienes cabida en la universidad, te vamos a señalar y el movimiento responderá.
Y vaya que si hemos respondido. Éramos muchas estudiantes, y también compañeros, recorriendo los pasillos de la universidad: la gente salía de las clases, se unía a la manifestación y gritaba consignas señalando directamente al Rectorado como responsable y a la Oficina de Igualdad como cómplice. La fuerza que se respiraba era arrolladora. Incluso cuando al final un grupo de niñatos fascistas y machirulos del llamado “Frente Obrero” — que demuestran de esta manera su apoyo a Sarasola y a quienes actúan como él— intentó intimidarnos y romper la manifestación, la gente se mantuvo firme, impidiéndoles que pudieran montar su provocación y aislándoles en un banco, donde se quedaron sentados hasta que continuamos con nuestra marcha.
En los próximos días convocaremos una asamblea abierta para discutir y decidir los siguientes pasos a dar, pero tenemos claro que el camino es la lucha y la organización.
Lo hemos dicho una y mil veces: ni el Rectorado, ni la Oficina de Igualdad, ni ningún juez nos van a proteger, solo contamos con nuestras propias fuerzas, las del movimiento feminista revolucionario. Igual que ganamos la batalla contra la sentencia de La Manada o la lucha de las compañeras de la ESAD, no pararemos hasta echar a los abusadores machistas de la UPO, a Sarasola y acabar con esta violencia consentida por las instituciones universitarias.