Hannah Sell • Secretariado Internacional del CIT/CWI

En los albores del siglo XXI, a las jóvenes de los EEUU y gran parte de Europa se les dijo que la igualdad estaba al alcance de su mano.

No necesitaban del feminismo porque el capitalismo les ofrecía un futuro brillante basado en una creciente prosperidad y en la igualdad de género.

Hoy esa ilusión yace en ruinas. En todo el mundo, el mito del progreso capitalista -que los jóvenes tienen mayores oportunidades que sus padres- ha quedado hecho añicos por la crisis económica mundial de 2008 y sus posteriores secuelas. Los jóvenes de clase trabajadora y de clase media se enfrentan a un mundo que no cumple con sus expectativas, dominado por el desempleo masivo, por el trabajo precario y los bajos salarios, por los recortes a los servicios públicos y por la imposibilidad de acceder a una vivienda. La guerra y los conflictos van en aumento, y millones de personas arriesgan sus vidas al verse obligados a huir de sus hogares. Para las mujeres, esto se combina con la discriminación de género que sigue incrustada en la estructura de la sociedad y significa que, en un mundo de bajos salarios, las mujeres a nivel mundial siguen ganando de media entre un 10 y un 30% menos que los hombres.

En el mundo neocolonial, donde predominan los salarios de miseria, las mujeres están hiperexplotadas. En muchos casos trabajan 12 horas o más al día en el campo, en los mercados, o en las fábricas textiles y de calzado. En muchos sitios, mujeres y niños trabajan como esclavos modernos.

Lejos de producirse una desaparición gradual y automática de la discriminación de género, en diversos países los gobiernos están actuando exacerbándola. En Rusia, por ejemplo, donde se estima que una mujer muere fruto de la violencia doméstica cada cuarenta minutos, dicha violencia ha sido parcialmente despenalizada. La austeridad ha tenido también un impacto directo muy negativo respecto a la violencia y hostigamiento que enfrentan las mujeres, y respecto a su capacidad para defenderse. En Gran Bretaña, por ejemplo, más de 30 casas de acogida para mujeres maltratadas han cerrado debido a la falta de fondos, y muchas de las restantes se enfrentan al cierre o, en el mejor de los casos, a duros recortes. Al mismo tiempo, la ausencia total de viviendas asequibles deja a muchas mujeres sin ningún lugar a donde ir cuando huyen de la violencia de sus parejas. Otro ejemplo es que 9 de cada 10 trabajadoras en Gran Bretaña en bares, restaurantes y hoteles informan haber sufrido abusos sexuales por parte de empleadores, gerentes o clientes, diciéndoles posteriormente que "es parte del trabajo" y que deben soportarlo ya que tienen la suerte de tener uno. Hoy, igual que en el pasado, cualquier mejora en los derechos de las mujeres no se producirá de forma automática sino solo como consecuencia de la lucha de masas.

El Día Internacional de la Mujer, ¡más importante que nunca!

Por todo esto, el Día Internacional de la Mujer, más de un siglo después desde su inició en los Estados Unidos, es hoy más importante que nunca. Los intentos de convertirlo en una simple oportunidad para vender por parte de las grandes multinacionales, con campañas publicitarias para comprar regalos celebrando el 8 de marzo, están cada vez más relegados en la medida que el 8 de marzo se está convirtiendo cada vez más en un importante acontecimiento en la creciente lucha global contra la opresión de las mujeres. Este año, las jóvenes del Estado español estarán a la cabeza cuando el 8 de marzo millones de jóvenes, chicas y chicos, participen en la huelga general estudiantil convocada por Sindicato de Estudiantes, y en la que Izquierda Revolucionaria (sección del CIT/CWI en el Estado español) juega un papel decisivo.

El final de este cuento de hadas de un progreso sin fin hacia la igualdad de género ha sido la elección del abiertamente misógino Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Desde el primer día, sin embargo, su presencia en la Casa Blanca ha servido como un catalizador para reclutar a millones a la lucha contra el racismo y cualquier otra forma de opresión; y también a la lucha por los derechos de la mujer. Tras las marchas de mujeres el año pasado -las mayores manifestaciones en un mismo día en la historia de EE.UU., y las mayores a nivel mundial desde 2003-, las marchas en 2018 han contado con la participación de hasta 2,5 millones de personas en pueblos y ciudades de todo EE.UU. Pero Estados Unidos y el Estado español no están solos en esta lucha.

En muchos países del mundo se han desarrollado o se están desarrollando nuevos movimientos feministas. Algunos en respuesta a la opresión que las mujeres han sufrido durante mucho tiempo, como el movimiento contra las violaciones en la India o el movimiento “Ni una menos” que ha movilizado a cientos de miles en las calles en Argentina y otros países contra la violencia machista. Otros surgen para frenar nuevos ataques contra los derechos de las mujeres, como el movimiento parcialmente exitoso que se desarrolló en Polonia en 2016 contra el intento del Gobierno de prohibir por completo el aborto. Otros, sin embargo, no solo tratan de evitar que las cosas empeoren sino que surgen para luchar por más y mejores derechos. Así ha ocurrido también en Polonia, donde las protestas a comienzos de este año piden introducir el derecho al aborto sin supuestos durante las doce primeras semanas de embarazo.

En Irlanda del Sur, el Estado, ligado a la Iglesia Católica, adoptó desde su nacimiento una actitud extremadamente reaccionaria respecto a los derechos de las mujeres a controlar sus propios cuerpos, incluyendo la prohibición total del aborto. Después de la espantosa muerte de Savita Halappanavar en 2012, tras denegársele abortar, se ha generado un ambiente favorable al cambio. El Partido Socialista en Irlanda, junto con la campaña feminista socialista ROSA iniciada por miembros de dicho partido, han jugado un papel central en movilizar y organizar el movimiento para generar dicho ambiente de cambio. Los políticos capitalistas en Irlanda se han visto obligados en parte a cambiar su discurso ante el impacto de dicho movimiento, y un comité parlamentario ha recomendado el acceso libre al aborto, sin supuestos, durante las 12 primeras semanas del embarazo. El próximo 25 de mayo tendrá lugar un referéndum para derogar la prohibición existente.

El movimiento #MeToo (#YoTambién)

2017 fue también el año del movimiento #MeToo. Lo que comenzó en Hollywood -con actrices y actores denunciando el acoso y agresiones sexuales sufridas a manos del magnate del cine Harvey Weinstein y otros personajes- se ha extendido por todo el mundo. Prácticamente todas las instituciones capitalistas, desde los medios de comunicación hasta las grandes empresas multinacionales, los parlamentos y las organizaciones benéficas se han visto dañadas por una avalancha de acusaciones. Esta oleada de acusaciones, en gran medida a través de las redes sociales, es un síntoma tanto de la omnipresencia continua del acoso y las agresiones sexuales, como del aumento de la confianza por parte de las mujeres para combatir dichas situaciones.

No damos ninguna credibilidad a aquellos que intentan señalar que este fenómeno ha "exagerado" el alcance del acoso y del abuso sexual. Por el contrario, ha revelado solo una parte de la realidad cotidiana que viven innumerables mujeres, y especialmente las más oprimidas, incluyendo las peor pagadas, las que carecen de cualquier tipo de seguridad laboral y las que pertenecen a minorías étnicas. Eso no significa, por supuesto, que cada acusación hecha a través de #MeToo pueda considerarse probada, ya que toda persona tiene derecho a una audiencia justa antes de ser condenada como culpable. Independientemente de la culpabilidad o la inocencia en individuos particulares, el movimiento #MeToo sí ha revelado con claridad la culpabilidad del sistema capitalista al permitir que millones de mujeres sufran abusos sexistas.

No es de extrañar que gran parte de las acusaciones que se han realizado sean contra hombres en posiciones de poder respecto a sus víctimas. El capitalismo se fundamenta en que una pequeña minoría de la sociedad, principalmente la clase capitalista y los multimillonarios que poseen las principales empresas y bancos, tenga un enorme poder de cara a explotar a la mayoría de la sociedad. Vivimos en un mundo donde las ocho personas más ricas tienen tanta riqueza como la mitad de la población mundial. Inevitablemente en una sociedad así, entre aquellos que ostentan el poder, existirán personas que habitualmente intenten usar su posición para abusar o acosar sexualmente tanto a mujeres como a hombres con menos poder que ellos, y por tanto también a sus trabajadores. Esto no significa, por supuesto, que los hombres de clase trabajadora queden al margen de dichos comportamientos. El machismo impregna a toda la sociedad capitalista afectando a todos los estratos de la misma.

Sin duda en 2018 se vivirá el desarrollo de nuevos movimientos para defender y extender los derechos de las mujeres, un resultado inevitable como consecuencia del choque entre las expectativas de las mujeres y la propaganda sobre la igualdad impulsada por un sector de la clase capitalista con la realidad machista existente bajo el capitalismo.

La dominación masculina unida a la sociedad de clases

La opresión de género está profundamente arraigada, pero no es innata ni inmutable, y durante la mayor parte de la historia humana no existió. La dominación masculina (el patriarcado), tanto en su origen como en su forma actual, está intrínsecamente ligada a las estructuras y desigualdades de la sociedad de clases, surgida hace unos 10.000 años. El ascenso del dominio masculino estuvo relacionado con el desarrollo de la familia como institución para mantener las divisiones de clase y de propiedad, así como la disciplina. La institución de la familia, en sus diferentes formas, ha actuado como un importante agente de control social en todas las sociedades de clase. La naturaleza jerárquica de la sociedad se reflejó en la estructura de la familia tradicional con el hombre como cabeza de familia y las mujeres y los niños obedientes al mismo.

A pesar de que hoy más que nunca la institución capitalista de la familia tiene más debilitada su influencia sobre la clase trabajadora, millones de mujeres en todo el mundo siguen siendo "esclavas de esclavos" y sigue estando profundamente arraigada la idea de que las mujeres son posesiones de los hombres que deben ser leales y obedientes a los mismos. Toda la sociedad está impregnada de propaganda que enfatiza sin fin el papel "adecuado" que deben adoptar las mujeres como amas de casa, madres, objetos sexuales, etc.

La opresión de las cargas familiares

Para el capitalismo un papel esencial de la familia es llevar adelante la tarea central de traer al mundo y formar las próximas generaciones así como cuidar de los enfermos y los ancianos. En la segunda mitad del siglo XX, al menos en algunos países europeos, esta tarea se vio aliviada en parte gracias a las conquistas de la clase trabajadora como la atención médica gratuita o asequible, las guarderías, los sistemas de pensiones para los ancianos, etc. Hoy en día dichas conquistas están amenazadas, quedando las familias, especialmente las mujeres, a cargo de esta penosa carga, y a menudo al mismo tiempo trabajando a tiempo completo o en trabajos precarios mal pagados, luchando desesperadamente por llegar a fin de mes. El feminismo socialista lucha por la plena igualdad entre ambos sexos. Nuestro papel, sin embargo, no es aceptar estas cargas imposibles que el capitalismo impone sobre las familias, -discutiendo solo quién debe asumir la mayor parte de las mismas- sino luchar decididamente por servicios públicos universales financiados adecuadamente y por empleos bien remunerados con reducción de la jornada laboral, liberando así a las familias de clase trabajadora de dichas cargas cotidianas y dando a todas las personas la oportunidad de disfrutar la vida, incluyendo poder pasar tiempo libre con sus seres queridos.

Esta lucha está vinculada con la lucha por los derechos reproductivos, porque solo así es posible que las mujeres obtengan el derecho real a elegir cuándo y si quieren tener hijos. Los marxistas luchamos para que las mujeres tengan control sobre sus propios cuerpos, para que puedan decidir si quieren y cuándo quieren tener hijos, pero también para que tengan vivienda asequible de calidad, guarderías gratuitas, un salario digno y todo aquello necesario para poder elegir libremente tener hijos

La lucha por la liberación de la mujer es parte fundamental de la lucha de clases, en la cual la luchas de las mujeres contra su propia opresión específica terminan vinculándose con las luchas de la clase obrera en general para conseguir una completa reestructuración de la sociedad que acabe con todo tipo de desigualdad y opresión.

El feminismo capitalista burgués carece de alternativas

No estamos de acuerdo con el feminismo capitalista porque no adopta un enfoque de clase en la lucha por la liberación de las mujeres. En pocas palabras, las mujeres de clase trabajadora tienen más en común con los hombres de clase trabajadora que con Margaret Thatcher o Theresa May en Gran Bretaña, Hillary Clinton en los EE.UU., o Sheikh Hasina Wazed en Bangladesh. Esto, por supuesto, no significa que solo las mujeres de clase trabajadora estén oprimidas. Las mujeres de todos los sectores de la sociedad sufren opresión como consecuencia de su género, incluida la violencia doméstica y el acoso sexual. Sin embargo, para conseguir igualdad de género real para todas las mujeres, incluso para aquellas en la élite de la sociedad, es necesario un vuelco completo del orden existente en todas sus esferas: económica, social, familiar y doméstica. El punto de partida necesario para un cambio de este tipo es poner fin al sistema que Thatcher, May, Clinton y otras defienden -el capitalismo- poniendo las principales grandes empresas en manos públicas para permitir el desarrollo de un plan socialista democrático de la producción. La clase obrera, mayoritaria en muchos países, es la única fuerza en la sociedad capaz de llevar a cabo un cambio de esta magnitud. Esto no excluye, por supuesto, que mujeres de la elite de la sociedad, incluso las hijas de la clase capitalista, decidan que la única forma de terminar con el machismo que sufren es romper con su clase y unirse a la lucha por el socialismo.

El papel del movimiento obrero

Los marxistas en ninguna caso planteamos que se posponga la lucha contra el machismo como algo que solo se debe abordarse tras el fin del capitalismo. Por el contrario, es vital que todos los aspectos de la opresión de las mujeres sean combatidos desde ahora, incluyendo el acoso y abuso sexual, pero el medio más efectivo para hacerlo es a través de la lucha unificada del movimiento obrero. Recientemente, en Londres, los trabajadores de los ferries realizaron acciones huelguísticas militantes contra un caso de acoso por parte de la dirección de la empresa, incluyendo acoso sexual sistemático a una secretaria. La plantilla, abrumadoramente masculina, obtuvo una victoria. Para los millones de personas en todo el mundo que se enfrentan al acoso sexual en su lugar de trabajo, lo único que les puede dar más poder para luchar contra el mismo sería formar parte de una organización colectiva en la que participaran la mayoría de sus compañeros de trabajo, un sindicato combativo, preparada para apoyarlos cuando dieran un paso al frente. A una escala mayor, la clase trabajadora también necesita partidos de masas armados políticamente con un programa socialista, y que coloquen la lucha por la igualdad de género en un lugar central.

Por supuesto, el movimiento obrero no es inmune a comportamientos machistas, y por eso es vital que los marxistas luchemos porque todos estos casos sean tratados como parte de una campaña en la lucha de la clase trabajadora por la plena igualdad de las mujeres. La clase obrera tiene potencialmente el poder para poner fin a este sistema capitalista corrupto y machista, pero solo será posible sobre la base de una lucha unificada tanto de las mujeres como de los hombres de la clase trabajadora. Esto no se puede lograr ignorando o minimizando el machismo, sino combatiéndolo conscientemente.

Hace 101 años en Rusia, en el Día Internacional de la Mujer, una huelga y una manifestación de mujeres trabajadoras desencadenó los poderosos acontecimientos revolucionarios que llevaron, en octubre, bajo el liderazgo del Partido Bolchevique, a que la clase trabajadora tomara el poder en sus manos por primera vez en la historia. La posterior degeneración estalinista de la Unión Soviética incluyó, junto con el aplastamiento de la democracia obrera, la supresión de muchos de los logros obtenidos por las mujeres tras la revolución. Sin embargo, lo que comenzó en 1917, en un país aislado y pobre, nos puede dar una idea de lo que el socialismo podría significar para las mujeres hoy, cuando toda la enorme riqueza, ciencia y técnica creadas por el capitalismo podrían aprovecharse en beneficio de toda la humanidad. La revolución rusa de 1917 introdujo la igualdad legal para las mujeres, incluido el derecho al voto y a casarse y divorciarse libremente, así como la abolición de todas las leyes contra la homosexualidad, mucho antes de que dichos derechos fueran reconocidos en el mundo capitalista. También fue así con el derecho al aborto, creándose además guarderías, lavanderías y restaurantes gratuitos.

Un siglo después, el creciente movimiento por los derechos de las mujeres volverá a estar ligado con la lucha por un mundo socialista.

Qué defendemos y por qué luchamos:

• Ninguna discriminación por motivos de raza, género, discapacidad, sexualidad, edad y cualquier otro prejuicio.
• Por una campaña masiva, encabezada por el movimiento obrero, contra el acoso y la violencia sexual, y contra cualquier tipo de discriminación sexual.
• Sindicatos combativos controlados democráticamente por sus miembros.
• Construir Partidos de masas de la clase trabajadora con programas revolucionarios socialistas que incluyan la lucha por la igualdad de género.
• Luchar por la plena igualdad salarial, como parte de la lucha por un salario digno para todos, exigiendo una reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario.
• ¡Ningún recorte! Empleos, salarios y viviendas dignos para todos. ¡Por unos servicios públicos de calidad!
• Ayudas a la maternidad y para la crianza de los hijos acordes con los costos reales que suponen.
• Bajas por maternidad y paternidad remuneradas.
• Un sistema público de guarderías de calidad, gratuitas y flexibles accesibles para todas las niñas y niños.
• Por el derecho de la mujer a elegir. Anticonceptivos y tratamientos de fertilidad gratuitos y de calidad para todos los que lo deseen. Pleno derecho al aborto.
• Expropiación de la industria farmacéutica, que será de propiedad pública.
• Expropiación de las principales empresas y bancos bajo el control y gestión democrática de los trabajadores, pasando a ser de propiedad pública, y con indemnización únicamente en caso de necesidad demostrada.
• Por un plan socialista democrático de la producción basado en los intereses de la abrumadora mayoría de la sociedad, implementado de manera que salvaguarde el medioambiente y establezca las bases para establecer una igualdad genuina para todos en un mundo sin división de clases y sin guerra.

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