Malena Cortina - Libres y Combativas Asturies
Frenar este ataque con la movilización más contundente
Viktor Orbán es un fascista que llevaba tiempo amenazando con prohibir la marcha del Orgullo LGTBI en Hungría, y ahora ha decidido dar el paso.
Este lunes, los partidos del Gobierno reaccionario, xenófobo y chovinista, el Fidesz y su socio KDNP, presentaron una enmienda de la ley que regula el derecho de reunión para acabar con esta manifestación. Un día después, la mayoría parlamentaria reaccionaria del Parlamento ha garantizado su tramitación con un procedimiento acelerado. Orbán, como facha de manual que es, lo celebró diciendo que “no permitiremos que la ideología woke ponga en peligro a nuestros niños”. Esto lo dice el mismo nacionalcatólico que quiere promover una “civilización cristiana” para rendir su pleitesía ante la pederastia de la Iglesia Católica.
Persecución a las personas LGTBI, xenofobia y anticomunismo
La reforma de la Constitución aprobada, por la que se censura la marcha del Orgullo, supone toda una serie de ataques más. En primer lugar, la prohibición va acompañada con sanciones muy altas a quienes participen en el Pride de 200.000 forintos (500 euros), en un país en el que el salario medio es de 700 euros. El nivel de persecución es tal que ha autorizado que la policía use cámaras de reconocimiento facial para identificar a todas las personas que participen en la movilización. Pero sabemos que las multas no se quedarán en una mera cuestión económica, sino que se recurrirá a la represión policial, noches en calabozos y cárcel, como pasó en 2019 cuando 15.000 personas salieron a las calles contra la infame Ley de esclavitud de Orbán.
Además, inspirados por el jefe de los fascistas internacionales Donald Trump, se consagra que Hungría solo reconocerá dos sexos, el masculino y el femenino, y que ciudadanos con doble nacionalidad podrán ser expulsados fulminantemente “si sus acciones suponen una amenaya para la soberanía nacional”. Es decir, si estás en contra del Gobierno y te manifiestas para expresarlo.
No es la primera vez que Orbán plantea una salvajada así. Hace ya un tiempo que Orbán modificó la Constitución para inscribir referencias a Dios y al matrimonio, que ahora está definido como la unión entre un hombre y una mujer. En 2020 se abolió el reconocimiento legal de las personas trans y, en 2021, se aprobó una ley que prohibe la representación de la homosexualidad a menores de 18 años. Ha sido también bajo este Gobierno que se construyó la “cortina de hierro” para frenar la inmigración: una valla cubierta con bobinas de alarme de púas, reforzada con una segunda con corriente eléctrica de 900 voltios y cámaras de visión nocturna, en la frontera con Croacia.
Orbán se cree impune y lleva 15 años declarando la guerra a las mujeres, al colectivo LGTBI y a la clase obrera en su conjunto.
Al fascismo no se le discute, se le combate
Lo que acaba de aprobar el Parlamento húngaro supone un retroceso de más de tres décadas en los derechos LGTBI, pero es un mensaje a toda la sociedad. En un momento en el que los discursos de extrema derecha avanzan y las formaciones reaccionarias cada vez son más abiertamente fascistas, los capitalistas utilizan a estos representantes de su moral podrida para atacar a todos quienes no encajamos en su esquema clasista y que desborda las retrógradas reglas. Se trata de seguir imponiendo el ordeno y mando y, para evitar la unidad de clase contra sus políticas reaccionarias, tratar de dividirnos por nuestro género, orientación sexual, raza o nacionalidad.
Y ante esta aberración, ¿qué tiene que decir la UE? ¿Está haciendo algo la “comunidad internacional” para garantizar los derechos del colectivo LGTBI en Hungría o en los países del este, como en Polonia o Eslovenia, donde se vulneran constantemente? La respuesta es no. Se mantienen las relaciones políticas con Orbán y estos gobiernos reaccionarios y se suplica que, por favor, respeten los derechos humanos. ¿O los Gobiernos que se dicen tan de izquierdas y progresistas? Solo palabras vacias que no sirven para frenar estas medidas autoritarias y que solo demuestran hipocresía y complicidad.
La clase obrera de todo el mundo lo tenemos muy claro, no hay que pedir por favor que dejen de atacar nuestros derechos, no basta con palabras vacías y lágrimas de cocodrilo.
Lo vemos en todo el mundo y lo vamos a ver durante su mandato, solo la organización y la lucha en las calles puede frenar el avance de la extrema derecha, no solo en Hungría, sino en todos los países. La clase obrera tiene la fuerza suficiente para tumbar un Gobierno y eso es lo que les da tanto miedo.
Es necesario impulsar nuevas manifestaciones y hacer un llamamiento a toda la población a participar y salir a las calles. Para ello es necesario seguir construyendo una izquierda verdaderamente revolucionaria y combativa que luche por la transformación socialista de la sociedad, porque, hasta no acabar con el sistema capitalista, no acabaremos con las diferentes formas de opresión.