En medio de la pandemia por el Covid-19 y la crisis a la que ha dado lugar, es más necesario que nunca retomar las tradiciones más combativas del movimiento LGTBI, recordar las revueltas de Stonewall y las movilizaciones contra la opresión sexual durante el franquismo. La represión, el maltrato, la marginación y la opresión que vivimos las personas LGTBI siguen siendo realidades muy vivas. Al igual que el machismo, el racismo o la explotación laboral, la lacra de la LGTBIfobia se ha profundizado en medio de la crisis.

 En el Estado español, el avance electoral de la extrema derecha ha envalentonado a ciertos sectores que no dudan en atacar abiertamente nuestros derechos y lo que somos. Solo así se explica que en los últimos tres años, las agresiones a personas LGTBI se hayan incrementado, especialmente en Madrid, Andalucía y Catalunya. El conservadurismo más reaccionario, animado por la ultraderecha de VOX, se intenta abrir paso. Los gobiernos de los ultraderechistas Trump, Bolsonaro, Putin o Modi son un buen ejemplo de esta amenaza y de la necesidad de combatirla de forma militante.

Esta discriminación no es casual, sino que es fruto del sistema en el que vivimos. De la misma forma que el capitalismo condena a la clase trabajadora y a la juventud a la austeridad y la miseria, da alas a la ideología podrida de la reacción y la Iglesia Católica que difunden el veneno del machismo, el racismo y la LGTBIfobia.

PP, Vox y Ciudadanos contra los derechos LGTBI. ¡Fuera el Pin Parental!

El inicio del año se vio marcado por la ofensiva de Vox y el Partido Popular contra una educación pública y científica en Andalucía, Murcia y Madrid, buscando retrotraernos a las cavernas del franquismo. La derecha, Vox, Ciudadanos y el PP, intentaron implementar el denominado Pin Parental, criminalizando y calumniando al colectivo LGTBI y al movimiento feminista, y planteando abiertamente la censura de cara a impedir una educación inclusiva y progresista que tenga en cuenta la diversidad sexual y los diferentes modelos de familia existentes. Una ofensiva por parte de estos que callan y encubren las prácticas pederastas generalizadas por parte de la Iglesia Católica o el robo de bebés que organizaron durante décadas.

La huelga general estudiantil masiva convocada por el Sindicato de Estudiantes y Libres y Combativas el pasado 6M, y las movilizaciones de cientos de miles de nuevo el 8M, respondieron con contundencia a los planes de estos reaccionarios. Sin embargo, no podemos bajar la guardia. En medio del propio confinamiento hemos visto como todos estos elementos reaccionarios, encabezados por VOX y el PP, volvían a salir a las calles en la milla de oro de Madrid y en los barrios pijos de otras ciudades. Ahora, y aprovechando una campaña de Correos, vuelven a mostrar su LGTBIfobia abierta arrancando la bandera LGTBI de los buzones de correos. La ultraderecha tiene un objetivo claro, utilizar cualquier excusa y oportunidad para criminalizarnos, aislarnos y oprimirnos. Y si pudieran hacer algo más, como pasaba hace 40 años, lo harían.

Un aparato del estado heredado del franquismo homófobo y tránsfobo

Por otro lado, aprovechando la carta blanca que se les ha dado por parte de Interior y Defensa, las fuerzas policiales han podido sacar a la luz su lado más clasista, racista, tránsfobo y homófobo. Las imágenes de detenciones y agresiones desmedidas en medio de la cuarentena han llenado las redes sociales. Estos elementos, que se ensañan con nuestros y nuestras compañeras inmigrantes, son los mismos que nos persiguen y nos maltratan. La mejor muestra de ello ha sido la actuación de dos policías municipales de Benidorm, que persiguieron e insultaron a una compañera transexual, retratando la moral putrefacta reinante entre amplios sectores de las fuerzas represivas. Estos agentes han sido suspendidos de sus funciones; sin embargo, sabemos que no es un caso aislado.

Es la consecuencia de una policía y una judicatura heredada del franquismo, los hijos y nietos de aquellos que persiguieron, maltrataron y torturaron a cientos de gays, lesbianas y transexuales por organizarse y exigir sus derechos frente a la dictadura, la Iglesia Católica y un sistema que les encarcelaba o les internaba en centros psiquiátricos. La mejor prueba de su pervivencia ha sido la reciente prohibición de colgar la bandera LGTBI en los balcones de Ayuntamientos e Instituciones. Primero fueron las esteladas y las ikurriñas, y ahora es la bandera LGTBI. 

Es necesario reivindicar la memoria histórica de nuestro movimiento, ligada a la de los miles de antifranquistas que enfrentaron la dictadura y la transición en el frente obrero o en el frente estudiantil. Hay que recordar además como ese Régimen del 78 nacido de la Transición siguió durante muchos años negando nuestros derechos más básicos, encarcelándonos e internándonos en psiquiátricos. Incluso hoy se siguen permitiendo abiertamente cursos de la Iglesia Católica para curar la homosexualidad, lo que ha llevado a muchos y muchas al suicidio. No es cierto, por tanto, que nuestra pesadilla acabara con la dictadura o haya acabado aún.

La Iglesia Católica nos ataca y nos oprime. ¡Basta de impunidad y de privilegios!

A pesar de llenarse la boca de palabras como regeneración o reforma, la Iglesia Católica y el papa Francisco siguen difundiendo su mensaje de odio, reacción y atraso, con consecuencias muy duras, incluido el asesinato, para muchas de nosotras y nosotros. La Iglesia Católica y sus máximos responsables, como el arzobispo Cañizares, utilizan sus homilías dominicales para criminalizarnos, tratarnos de enfermos y antinaturales, o defender que se perpetúe nuestra discriminación y opresión. Los campeones del abuso sexual y la pederastia tienen completa inmunidad para decir lo que les plazca, ejercer su influencia ideológica y propagar su propaganda homófoba y machista, y encima seguir recibiendo decenas de miles de millones, directa o indirectamente, por parte del Estado español. Solo los conciertos a los colegios católicos suponen cerca de 5.000 millones de euros. En contraste, raperos, independentistas o antifascistas nos enfrentamos a los tribunales por criticar a la monarquía o cantar contra la dictadura franquista.

Por eso mismo, es necesario pasar de las palabras a los hechos, y exigir acabar con este poder espiritual pero muy material de la Iglesia Católica y sus diferentes sectas, como el Opus Dei. El Gobierno PSOE-UP, y especialmente el Ministerio de Igualdad presidido por Irene Montero, debe introducir ya una asignatura obligatoria de educación sexual, donde se reconozca que queremos ser lo que somos, nuestra realidad, los diferentes modelos de familia, y lo que ha sido la lucha del Movimiento LGTBI por la conquista de nuestros derechos.

Es necesario acabar ya con los privilegios y prebendas de la Iglesia Católica, y su influencia en la educación. Un Gobierno progresista, feminista y aliado del movimiento LGTBI no puede seguir permitiendo que decenas de miles de niñas, niños y adolescentes sigan bajo la influencia de la Iglesia Católica. Si queremos una educación en igualdad deben acabarse los conciertos a las sectas religiosas y derogarse el Concordato con la Santa Sede. ¡Hay que ser coherentes! ¡Hay que actuar ya!

La lucha revolucionaria es el único camino. ¡Por un movimiento LGTBI de clase y combativo!

El inicio del movimiento por los derechos de la comunidad LGTBI estuvo protagonizado por las capas más explotadas y marginadas, muchos provenientes de la clase obrera. Como siempre, aquellos que tenían recursos siempre tuvieron más posibilidades para salvar su situación y poder disfrutar de su libertad sexual. Aquellos y aquellas que se levantaron por el derecho a una plena libertad sexual lo hicieron para lograr la plena igualdad: el derecho a un puesto de trabajo, por el fin de la explotación laboral y por unas condiciones de vida dignas. Por eso hoy, en un momento en el que el sistema capitalista sigue intentando domesticar nuestro movimiento convirtiéndolo en un auténtico carnaval para el lucro de empresas privadas y multinacionales, es más necesario que nunca reivindicar el carácter combativo y anticapitalista que late en su seno.

Nuestra opresión tiene responsables directos. Los que no nos contratan por nuestra identidad sexual o los que nos impiden cambiar nuestro nombre oficialmente en el DNI, son mismos jueces y juezas que dictan sentencias como las de la Manada o los que encarcelan a raperos por cantar. La brutal opresión cotidiana que siguen sufriendo los transexuales debe acabar ya, garantizándose plena y efectivamente sus derechos y oportunidades, y rechazando cualquier tipo de transfobia. 

Defendemos un movimiento LGTBI anticapitalista y de clase que señale directamente a todos los responsables de nuestra opresión. No se pueden defender nuestros derechos y al mismo tiempo justificar a las mismas instituciones machistas y homófobas que nos golpean. Personajes como Javier Maroto del PP, que defienden a capa y espada a la Iglesia Católica y a la reacción, y que son aliados directos de VOX, no son bienvenidos en nuestro movimiento.

Nuestros aliados y aliadas son aquellas que forman parte de nuestra clase. Porque no se nos persigue y margina por ser homosexuales, transexuales o lesbianas únicamente. Nuestro crimen es ser LGTBI, y a la vez, ser pobres. En nuestra trinchera están nuestros compañeros manteros, los trabajadores y las trabajadoras en lucha contra los ERTEs, el personal sanitario en defensa de una sanidad pública, y todos y todas las que luchamos contra cualquier tipo de opresión y contra la explotación capitalista. Bajo este sistema nunca podremos ser lo que somos. Necesitamos levantar un movimiento LGTBI revolucionario y anticapitalista para conseguir todas nuestras reivindicaciones y construir una nueva sociedad, libre de cualquier tipo de opresión: una sociedad socialista al servicio de la mayoría, organizada democráticamente por los y las trabajadoras, en la que todos y todas podamos vivir en genuina libertad.